sí é verdade que tendes máís poder que a humana xente,
eiqui e agora, facede cos espritos dos amigos que estan fora,
participen con nos desta Queimada


Yo quise o quiero transformar el mundo pero no me transformo
Fui revolucionario-revolucionaria pero me instalé en el conservadurismo
Deseé ser una mujer-un hombre nuevo y
Cerré los caminos para ese proceso y el final es abierto
Siento que mi discurso no coincide con mi acción ni mis sentimientos
Mis amistades se marchan porque ahora cuenta el pragmatismo, mis objetivos o los de mi partido y, ¿el ser humano?
¡Claro que valen los medios!... para mi fin
Es raro. Sigo pensando que soy lo que fui.
Yo que quise acabar con la burguesía, hoy me uno a ella
Yo que trabajé por las causas de los pueblos
Hoy me horroriza tanto iletrado mal vestido
Si quiero aplicar la democracia todo sale diferente con
Situaciones parecidas al clientelismo o la dedocracia.
En casa y en el trabajo se hace lo que yo diga, tengo empleada mal pagada y aplico el clientelismo. Las condiciones han cambiado.
Ayer trabajé en las trochas para liberar a los pueblosMenos mal que hoy no me siento mesías
Pero no me asusto porque nada de eso es monstruoso
Sólo una parte de la condición humana que algunos no admiten
Claro que a mí me hubiese gustado seguir pensando y actuando
para cambiar este mundo, qué de verdad no se si será posible
Yo, lo intenté, ahora que lo intenten otros.
Si sí, porque soy consciente que de tanto andar con ellos y con ellas, los administradores de su poder
terminé pensando y actuando igual, sólo que ese mundo no me pertenece.
Suelo olvidarlo. ¿Necesidad, deslealtad, egosimo, deseo de poder...?
Desde luego a veces me pregunto ¿es posible ser políticamente de izquierda y en la subjetividad ser de derecha?
Colofón
Puedes pedir al cosmos, puesto que eres ateo o agnóstico, que te asista para la soledad
No faltará gente que te acompañe
Pero serán como tú.
O, un alma caritativa dirá de ti,
“es que nadie le entiende”.
Para ese mal, un psicólogo o un psiquiatra
Puede que te sirva ponerte frente al espejo
Puede que te horrorice y digas ¿estaré a tiempo?
o simplemente te sientas a gusto.
Ilse Bulit .
Hacia el malecón habanero, esa ventana al mar de la capital cubana, febrero encamina los fríos del Norte siempre resistibles con sus olas salpiconas, pero ya no convoca a aquellos paseos de Carnaval de los años 40 y 50 del pasado siglo XX. La costumbre de saciarse de alegría y hasta de pecados, antes del Domingo de Ramos, se cumplía. Durante cuatro fines de semana, los bailes de disfraces eran la comidilla de moda. La división de la diversión en capas sociales se mantenía: los más ricos hacia los clubes lujosos; los profesionales hacia los suyos; los españoles y sus descendientes en sus sociedades; los pobres a las comparsas del barrio que desfilaban por Prado, en el corazón de la vieja Habana. En la noche del sábado se manifestaba con crudeza la separación racial y financiera: nadie se entrecruzaba en esos bailes. ¡Ah!, pero la magia aguerrida del Malecón, en combinación con el susurro del viento en los árboles, provocaba las mezclas de clases y razas. Y, también, la diversidad en vehículos de transporte auspiciaba el milagro.