5 de febrero de 2007

¡Qué vivan los estudiantes!

La reciente noticia de la que hicieron eco diferentes medios de comunicación acerca de los miles de estudiantes que unieron sus manos para formar una cadena humana en torno a la Acrópolis, demandando la devolución de los mármoles robados del monumento de Atenas hace más de 200 años, no sólo me recordó el protagonismo que tuvieron en los sesenta y los setenta, sino su capacidad de mover montañas cuando realmente juntan sus manos.
Es una reivindicación que clama por el el respeto a los antepasados, al espíritu de un pueblo. La juventud griega convocó de nuevo a sus dioses, a sus diosas ausentes del Olimpo para que el Museo Británico y su gobierno lean lo que gritaron al viejo mundo imperial, escrito en brillantes chaquetas anaranjadas: "Mármoles del Partenón: reunificación ya,"
Los atenienses retomaron la bandera de Melina Mercury quien fuera su ministra de cultura, y sobre todo una defensora de los tesoros, del alma, de la historia saqueada.
¿Por qué no reclaman los pueblos de América sus tesoros? ¿Cuando regresarán las momias a Egito? Sus espíritus deben vagar porque están fuera de la esencia que les pertenece y los vivos que no reclaman a sus antepasados están o estamos condenados a que se repita la historia.