El 15 de febrero de 1987 fue asesinado Jairo de Jesús Calvo Ocampo, quien asumió en la vida conspirativa el nombre de Ernesto Rojas y fue con el que se le conoció como comandante del Ejército Popular de Liberación EPL.
Jairo o Ernesto, dedicó su vida a la búsqueda de un ideal. Inició su camino en el Valle del Cauca, en Cartago en el grupo cultural Capablanca, luego en “Juventud”, organización que mereció el reconocimiento del escritor Jorge Zalamea. En este grupo, dedicó su energía a la alfabetización en los barrios con menos recursos económicos y en las zonas campesinas.
Antes de terminar el bachillerato viajó a Europa en busca de preparación político-militar para regresar a engrosar las filas de la insurgencia armada, expresión política de una lucha contra la exclusión pactada por los partidos Liberal y Conservador. Se internó en las montañas con el hoy director de cine Sergio Cabrera con quien estuvo a la deriva durante ocho días en las selvas del Noroeste colombiano.
Jairo Calvo, junto con su hermano Oscar William fueron los precursores de la Asamblea Nacional Constituyente, la que posteriormente dio vida a una nueva carta magna. Ambos dirigentes fueron promotores de un proceso de Paz al que el Estado respondió con el asesinato de ambos.
Hoy, Colombia no ha resuelto su camino hacia la paz, máxime cuando la cabeza de instituciones como el Departamento Administrativo de Seguridad, mandos del ejército y senadores se encuentran en procesos de investigación por vínculos con paramilitares.
Las FARC, tampoco presenta al país propuestas que representen los intereses de los diferentes sectores de la sociedad y continúa en una dinámica de guerra.
En el homenaje a la memoria histórica a Ernesto Rojas, esta fue la reseña enviada por uno de sus compañeros:
Un hombre íntegro, humano, visionario, corajudo, alguien en quien confiar a prueba de todo, un líder, un maestro.
Cada encuentro con él era un espacio para oxigenar nuestras convicciones, se salía con ganas de seguir adelante en los compromisos revolucionarios.
Siempre estuvo cerca de su gente, su cargo nunca lo aisló de la tropa, mantenía la comunicación y se informaba de toda su gente. Gozaba de respeto, autoridad, su poder era convincente, nunca de temor.
Fue un ser muy humano, sencillo, capaz de compartir tareas simples con todos. A la vez visionario, proyectó el EPL en su paso de ser una guerrilla con presencia reducida a una organización de nivel nacional, no solo militar, también política. Aquí se debe destacar el impulso al proceso de paz con el gobierno de Belisario Betancurt, fue romper el paradigma de la guerra a toda costa y abrir espacios para encontrar una salida negociada. Siempre nos enseñó que el accionar militar dependía de lo político, no al contrario.
Fue impulsor de los procesos unitarios con todas las organizaciones políticas y militares, en el ámbito nacional e internacional. Se ganó el respeto y prestigio en las demás organizaciones.
Recuerdo que insistía que al ser dirigente se ganan deberes y se pierden derechos. Veía que lo importante no era sumarle años a la vida sino vida a los años. En más de un momento de mi vida, en más de una vivencia, he retomado las enseñanzas de Ernesto.
Recuerdo el dolor tan tenaz que sentí cuando supe de su muerte, estaba en el Putumayo con mis compañeros, fue como perder la luz. El EPL fue otro muy distinto cuando perdió a su comandante.
En este aniversario, un abrazo muy especial para Doña Pastora y toda la familia.